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La inteligencia artificial está revolucionando el ámbito educativo y creativo, abriendo nuevas posibilidades para el aprendizaje y la expresión. En este artículo, escrito por el Dr. Alexandro Escudero Nahón, especialista en Educación Transdigital, se presenta Suno, una plataforma innovadora que permite componer música original a partir de simples descripciones textuales. Esta herramienta, basada en inteligencia artificial, no solo democratiza la creación musical, sino que también ofrece un gran potencial pedagógico para fomentar la creatividad, la colaboración y el uso de tecnologías emergentes en el aula.
La música es uno de los placeres más plenos que las personas disfrutan. En la educación, la música también juega un papel importante. Ahora es posible hacer música con aplicaciones educativas con Suno, que es una plataforma innovadora basada en inteligencia artificial (https://suno.com). Suno permite a cualquier persona crear canciones completas, con música y letra, a partir de simples descripciones escritas, conocidas como prompts.
Su principal característica radica en su capacidad de componer canciones originales sin necesidad de conocimientos musicales previos. Los usuarios solo deben ingresar una descripción de la canción que desean —puede ser el tema, el estilo musical, el idioma, la duración, e incluso la letra— y la aplicación se encarga de generar tanto la música como la voz que interpreta la canción. La herramienta puede generar canciones en una amplia variedad de géneros, desde pop y rock hasta jazz o música clásica, adaptándose a las preferencias y necesidades de cada usuario.
En el ámbito educativo, Suno representa una oportunidad única para transformar la manera en que los estudiantes y docentes interactúan con la música y la tecnología. Algunas de sus aplicaciones más destacadas son:
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Fomento de la creatividad: Los estudiantes pueden crear sus propias composiciones para proyectos de arte, tecnología o para presentar temas académicos de manera innovadora, desarrollando habilidades creativas y de expresión.
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Aprendizaje basado en proyectos: Suno facilita el trabajo en equipo, permitiendo que los alumnos colaboren en la creación de canciones relacionadas con los contenidos que están aprendiendo, lo que refuerza el aprendizaje y la retención de información.
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Accesibilidad y motivación: Al no requerir conocimientos musicales, cualquier estudiante puede participar, lo que aumenta la inclusión y la motivación en el aula.
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Uso en proyectos multimedia: Los docentes pueden generar música personalizada para videos, presentaciones o actividades lúdicas, enriqueciendo la experiencia educativa y captando mejor la atención de los alumnos.
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Introducción a la tecnología: El uso de Suno ayuda a familiarizar a los estudiantes con herramientas de IA, preparándolos para los retos tecnológicos del futuro.
Suno no solo democratiza la creación musical, sino que también se convierte en un recurso educativo valioso para potenciar la creatividad, el trabajo colaborativo y la integración de la tecnología en el aula.

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Desde la antigüedad, la palabra ha sido una herramienta de transformación: une, moviliza, denuncia, inspira. En la actualidad, preservar ese poder en las nuevas generaciones es fundamental. Concursos como "La Gran Voz UAQ", un proyecto a cargo de la Dirección de Atención a la Comunidad Universitaria, permiten a las y los estudiantes descubrir el alcance de su voz, fortalecer su pensamiento crítico y encontrar un espacio para expresarse con convicción. Son también oportunidades para construir comunidad, compartir historias y conectar con otros desde el poder de las ideas.
Este fue el caso de Isabela Leal Reyes, estudiante del sexto semestre de la Preparatoria Norte, quien recientemente obtuvo el primer lugar en la categoría de oratoria del concurso. Su participación fue una muestra de disciplina, pasión y del profundo valor del acompañamiento familiar.
Para Isabela, la oratoria no fue una vocación inmediata, sino un camino que comenzó en la infancia con concursos de poesía. "No era tan buena, casi nunca ganaba más que el tercer lugar", recuerda. Fue hasta la secundaria, cuando descubrió la oratoria como una modalidad diferente, que encontró una manera más cómoda y natural de expresarse. "Vi que era como de discursos, lo intenté para no quedar fuera y gané por primera vez. Desde ahí me enfoqué más en la oratoria y me gustó".
Al ver la convocatoria en redes sociales, Isabela no dudó en participar. Eligieron diez temas para la categoría de oratoria, todos relacionados con la historia de México. "Elegí el tema del papel de la mujer en la historia de México en la resistencia indígena y el activismo contemporáneo, porque me identifiqué como mujer. Me parece importante visibilizar que las mujeres siempre han estado presentes, aunque no se les ha reconocido lo suficiente".
Detrás de esa elección hubo un proceso de preparación riguroso y profundo. Isabela se aprendió los diez discursos posibles, sabiendo que en el concurso podría tocarle cualquiera. Esa decisión demostró su compromiso, pero también la importancia del respaldo emocional que tuvo a lo largo de la competencia.
"El apoyo de mi mamá fue fundamental", afirma con firmeza. Cada día, practicaba sus discursos en casa y su madre estaba ahí para escucharla una y otra vez. "Me escuchó todos los discursos, los diez. Me daba retroalimentación y me ayudaba a perfeccionar cada uno". Esa paciencia, constancia y presencia cercana fueron claves para que se sintiera segura y preparada.
Pero el apoyo no fue sólo técnico. Su familia también la acompañó emocionalmente, recordándole su capacidad, dándole confianza y celebrando cada pequeño avance. "Cada vez que voy a pasar respiro y digo: esta participación se la dedico a mi familia, se la dedico a Dios y va a salir bien", comparte con emotividad.
A pesar de su experiencia, Isabela reconoce que uno de los retos más grandes fue el control de los nervios. "Aunque ya te sepas tu discurso, siempre está ese temor de equivocarte". Para superarlo, desarrolló una serie de estrategias personales: respiración consciente, pensamientos positivos, visualización y sobre todo, recordar todo lo que había trabajado con su mamá y sus profesores.
"Me llevaron a practicar frente a grupos, a que dijera mis discursos en salones. Eso me ayudó a perder el miedo escénico. Es difícil, sobre todo porque tengo mucha energía y me cuesta concentrarme, pero lo logré".
Para Isabela, el verdadero valor del concurso no está sólo en ganar, sino en el aprendizaje. "Aprendí mucho de los temas, pero también de los otros concursantes. Observar cómo lo hacen, qué estrategias usan. Es un ambiente que me gusta, donde puedes mejorar y crecer".
Destaca también la gratitud hacia quienes hacen posibles estos espacios: "Agradezco que haya estudiantes que se preocupen por organizar concursos como este, que den visibilidad a la palabra. Agradezco a mi escuela, a mis profesores y especialmente a mi familia. Sentí mucho orgullo de verlos felices con mi logro".
Isabela tiene claro que seguirá en la oratoria. "Quiero entrar a la UAQ y seguir participando. Estas experiencias me han dejado mucho y quiero seguir creciendo". Su consejo para quienes quieren comenzar es claro: "Dale un sentido a lo que haces. Encuentra el por qué y el para qué. La palabra es poderosa. No tengas miedo de usarla".
Cuando una joven estudiante toma el micrófono y habla desde el corazón, no sólo representa a una escuela o una generación: representa a todas las voces que merecen ser escuchadas.

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Algunos sueños nacen en el juego. Así fue para la Mtra. Cinthya Vargas de la Rosa, quien desde niña jugaba a ser maestra, sin saber que, años más tarde, transformaría esa ilusión en su vocación. Hoy es docente en la Licenciatura en Fisioterapia en la Universidad Autónoma de Querétaro, donde también estudió y descubrió el poder de enseñar desde la empatía, la escucha y el amor por el otro. Este año, su entrega y calidad humana fueron reconocidas con el Premio Xahni, que la UAQ otorga anualmente a docentes destacados. “Xahni”, palabra de origen otomí que significa “sabio” o “el que conoce”, celebra la excelencia académica, el compromiso y la vocación docente. En esta entrega la Mtra. Cinthya fue seleccionada para la Facultad de Enfermería, recibiendo un reconocimiento que honra su impacto en el aula y en la vida de sus estudiantes.
Desde pequeña, cuando le preguntaban qué quería ser de grande, ella respondía que quería ser mamá y maestra. Lo decía con convicción, sin imaginar que ese deseo infantil se convertiría en una realidad guiada por la vida misma.
Ya como egresada, comenzó a trabajar en la Clínica Universitaria, un espacio donde la práctica profesional se entrelaza con la formación de futuros fisioterapeutas. Fue ahí donde la Mtra. Sandra, entonces coordinadora, le abrió la puerta a la docencia formal. Desde entonces, hace ya cinco años, la Mtra. Cinthya ha estado frente a grupo, disfrutando cada clase, cada intercambio y cada logro compartido con sus estudiantes.
"Desde que tomaba clases tuve la fortuna de tener buenos maestros, que enseñaban desde la humanidad y sin una actitud de superioridad, como suele pasar en ciencias de la salud", recuerda. Esos maestros no solo le enseñaron conocimientos técnicos, sino la importancia de razonar, de pensar y de enamorarse de la profesión.
La Mtra. Cinthya reconoce que su inspiración diaria viene de los propios alumnos. "Llegan con expectativas muy grandes, y a veces se enfrentan con la carga académica o con frustraciones. Pero una palabra, un abrazo, un reconocimiento a su esfuerzo puede marcar la diferencia. Ver sus caras cuando se convencen de que están en el lugar correcto, para mí, lo vale todo".
Uno de los mayores desafíos que observa hoy en la docencia es el avance tecnológico. "Ya no se trata de memorizar información, porque todo está en el celular. Nuestro trabajo ahora es enseñarles a razonar, a verificar fuentes, a aplicar su juicio clínico". También menciona el reto de combatir la desinformación que circula en redes sociales, especialmente en plataformas como TikTok, tanto entre pacientes como entre estudiantes.
Pero ella no ve la tecnología como una amenaza, sino como una herramienta que, bien utilizada, puede enriquecer la formación. "No podemos estar peleados con ella. Hay que renovarnos, adaptarnos y acompañar a los alumnos en ese proceso".
Recibir un reconocimiento a su labor docente fue para la Mtra. Cinthya una sorpresa cargada de emoción. "La maestra Vale, directora de la Facultad de Enfermería, me envió un mensaje de voz. Yo pensé que había hecho algo mal. Estaba muy cansada, habíamos tenido un evento de la licenciatura desde las siete de la mañana. Y de pronto, esa noticia. Escuché el audio junto a mi familia, y lloré. Mi hija estaba emocionadísima. Dios sabía que necesitaba ese momento. Fue como una luz en medio del caos".
Para ella, este reconocimiento no es solo un logro personal, sino una reafirmación de su propósito. "Ese cansancio es temporal, pero saber que estás dejando huella en la vida de alguien, eso trasciende".
Más allá de los contenidos académicos, busca transmitir valores fundamentales: el amor por la fisioterapia, el servicio hacia los demás, la humildad y el autocuidado. "Desde el primer día les pregunto por qué están aquí. Y si no están convencidos, los invito a conocer, a experimentar, a descubrir si este es su camino".
También hace énfasis en la importancia de cuidar la salud mental y emocional. "Es una carrera que puede ser emocionalmente desgastante. Les digo que es bueno formar vínculos con los pacientes, pero también es necesario aprender a soltar, a cuidarse, a tener espacios de descanso".
A los docentes, la Mtra. Cinthya les dice: "No tengan miedo de mostrarse humanos. Podemos hacer un cambio muy grande en la vida de nuestros alumnos. No sabemos por lo que están pasando. A veces, ser la persona que les echa porras puede marcar una gran diferencia".
A los estudiantes, les recuerda que vale la pena seguir su pasión: "Si aman lo que hacen, todo ese esfuerzo valdrá la pena. Y si aún no lo han encontrado, búsquen el lugar donde su corazón sea feliz. Porque eso es lo que necesita el mundo: profesionistas que amen lo que hacen y lo hagan con excelencia".

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Algunos intereses se cultivan con la experiencia. Así ocurrió en la historia de la Mtra. Claudia Adriana Fuerte León, actual docente de italiano en la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro, donde sus alumnos la conocen simplemente como la professoressa. Su camino en la UAQ comenzó desde la preparatoria y, sin imaginarlo, se transformó en un largo trayecto entre idiomas, aprendizajes y un interés profundo por la enseñanza. Fue a través de suplencias que descubrió la alegría de dar clase y el impacto que podía tener en sus estudiantes. Aunque empezó “al revés” —poniéndose frente a grupo antes de formarse como docente—, su entusiasmo y compromiso la llevaron a prepararse académicamente y consolidarse como una de las figuras más queridas y constantes de su facultad. Este 2025, esa entrega fue reconocida con el Premio Xahni, distinción que la UAQ otorga anualmente a docentes destacados y cuyo nombre, de origen otomí, significa “sabio” o “el que conoce”. La Mtra. Claudia fue la profesora galardonada por la Facultad de Artes, un reconocimiento a su labor, su historia universitaria y su compromiso con las nuevas generaciones.
La Mtra. Claudia Fuerte es orgullosamente universitaria desde la preparatoria. Inició sus estudios en la Preparatoria Sur y fue ahí donde comenzó a descubrir su gusto por los idiomas. Al no tener claro qué carrera estudiar, decidió tomar cursos de italiano e inglés que ofrecía la entonces Facultad de Lenguas y Letras en Centro Universitaria. Esa decisión, aparentemente casual, marcaría el rumbo de su vida profesional.
“Como fui de los pocos egresados de mi generación en ambos idiomas, me llamaban a veces para suplir a los profesores”, recuerda. Así comenzó a dar clases, sin tener aún formación pedagógica formal. Enseñaba como le habían enseñado a ella, y con ello descubrió la pasión por compartir conocimientos.
Posteriormente estudió la Licenciatura en Lenguas Modernas con especialidad en español para extranjeros, aunque su camino se consolidó en el italiano. Su trayectoria creció desde la práctica hasta la teoría, comenzando como suplente y formándose conforme la experiencia lo exigía. Años más tarde, realizaría una estancia en Italia, fortalecería sus habilidades como docente y se convertiría en una figura constante en el aula universitaria.
Fue precisamente durante esas primeras suplencias cuando descubrió su vocación: “Me dio mucho gusto que a los muchachos les gustara mi clase. Era muy jovencita y le daba clases incluso a gente mayor. Aun así, logré sacar adelante el grupo y eso me motivó a seguir”.
Más allá del conocimiento del idioma, la Mtra. Claudia ha encontrado en la enseñanza un espacio de crecimiento, acompañamiento y transformación. Con el paso del tiempo, su compromiso se ha fortalecido, gracias al apoyo de su familia y al ejemplo de uno de sus grandes mentores, el Dr. Jaime Magos Guerrero, a quien recuerda con especial afecto: “Siempre nos decía que no debíamos ser mediocres, que teníamos que estudiar y prepararnos para hacer nuestro trabajo de la mejor manera”.
Para ella, uno de los principales retos que enfrentan los docentes actualmente es la evolución de las generaciones. “Comparo a los estudiantes de los 2000 con los del 2025 y veo muchos cambios. Me llevan a actualizarme constantemente, a buscar nuevas estrategias y entender otras formas de enseñar”.
Desde el uso de plataformas digitales hasta la actualización cultural, la professoressa sabe que enseñar un idioma es también abrir una ventana a una cultura viva. Por eso procura mantenerse cercana a las nuevas formas de hablar, a la música contemporánea y a los contextos actuales que rodean a sus estudiantes.
Su labor como docente va mucho más allá de lo académico. “Procuro que los estudiantes sean responsables, que se respeten a sí mismos, que respeten a los demás. Muchos chicos llegan con problemáticas personales, con situaciones difíciles, y nuestra labor también es brindarles apoyo”, comenta. Como tutora, ha acompañado de cerca los procesos emocionales y personales de sus estudiantes, procurando siempre orientarlos hacia su bienestar.
Cuando recibió el aviso de que sería galardonada con el Premio Xahni 2025, la Mtra. Claudia se sorprendió gratamente. “Después de tantos años de experiencia y de mi carrera en la universidad, fue muy grato que llegara este reconocimiento. Me dio mucha alegría, porque significa que todo mi trabajo ha valido la pena y que lo hago con gusto”.
A quienes están comenzando su carrera académica o su formación profesional, les ofrece un consejo: no rendirse. “Siempre digo: échenle ganas, no se desanimen. Si no hacen lo que aman, no van a poder llegar a sus metas. Hagan lo que les gusta, viajen si pueden, conozcan otras culturas y no dejen de prepararse”.
Para sus colegas, su consejo es: mantenerse actualizados. “Un profe que no se mantiene actualizado no es que sea malo, pero si combina lo clásico con lo actual será mejor docente. Las generaciones avanzan y nosotros también debemos avanzar”.
La Mtra. Claudia concluye con agradecimiento: “Me siento muy contenta. Finalmente, todos los años de esfuerzo aquí están, y me da mucho gusto haber obtenido este premio”.

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Desde que era una niña, Maya Paola Almendarez sintió la llamada del escenario. Su primer acercamiento al ballet fue gracias a su abuela, quien la llevaba a clases de pre-ballet. Aquellas sesiones, aparentemente inocentes, marcaron el inicio de un camino que más tarde recorrería con profunda pasión y compromiso.
La danza, para Maya, fue más que una actividad extracurricular. A lo largo de su infancia y adolescencia, continuó su formación de manera informal, esperando con entusiasmo el momento de ingresar a una licenciatura en danza. Fue en esa etapa donde encontró una verdadera vocación, alimentada por el asombro que le provocaban las grandes figuras del ballet. “La música, la capacidad de los bailarines, eso fue lo que me inspiró”, recuerda.
Recientemente, Maya representó a la Universidad Autónoma de Querétaro y a México en una competencia internacional de ballet. Su preparación fue exigente y constante. Como ella misma lo describe, no se trataba solo de ensayar una coreografía, sino de construir una base sólida desde las clases diarias, cuidar la alimentación, descansar adecuadamente y mantener el cuerpo y la mente en armonía. Cada detalle era crucial para rendir al máximo.
Pero el camino no estuvo exento de obstáculos. El mayor reto, confiesa, no fue técnico ni artístico, sino económico. “Uno puede entrenar y esforzarse, pero también hay que resolver la parte de los boletos de avión, la estancia, la alimentación”, comenta. Sin embargo, su determinación y el respaldo de sus maestras hicieron posible el sueño.
El momento de pisar el escenario y representar a su país fue profundamente emotivo. “Me sentí muy contenta y plena. El representar a México, y que el mundo vea la presencia de nuestro país, es importante. Fuimos bien recibidos, incluso antes de que termináramos la coreografía ya nos estaban aplaudiendo”, comparte con orgullo.
La experiencia tuvo también un fuerte componente de crecimiento personal y colectivo. Para Maya, el proceso individual fue un reto inspirador: una oportunidad para superarse a sí misma. A nivel grupal, destaca la satisfacción de haber compartido ese proceso con sus compañeras, con quienes creó lazos aún más fuertes. Al terminar la presentación, la alegría fue compartida, y el esfuerzo de todas —incluidas las maestras— fue reconocido y celebrado.
Más allá de los resultados, Maya se lleva un aprendizaje claro: con disciplina, esfuerzo y metas claras, es posible lograr grandes cosas. “Nunca hay que dejar de tener anhelos. Aunque las metas sean pequeñas, siempre te impulsan a dar un paso más”, afirma. Hoy, con la energía renovada por esta vivencia, su siguiente paso es seguir entrenando, creciendo y preparándose, motivada por todo lo que observó y vivió en el escenario internacional.
Finalmente, Maya no olvida agradecer a quienes la guiaron: sus maestras. Su formación, su entrega y su fe en el talento de sus estudiantes fueron fundamentales para alcanzar este logro.