Por décadas, la Mtra. Inés Guadalupe Germán Aguilar ha transformado el aula en un espacio de asombro y descubrimiento. Arquitecta de formación por la UNAM y maestra por la UAQ, su vocación como docente germinó desde los años universitarios, cuando uno de sus profesores la invitó a ser adjunta en su cátedra. Desde entonces, no ha dejado de enseñar, ni de aprender.

“Desde niña quería ser maestra”, comparte con una sonrisa. “Y aunque también me apasionaba el diseño, descubrí que la arquitectura podía abrazar ambas pasiones”. Hoy, tras más de 30 años de experiencia, es un referente en la Facultad de Ingeniería, especialmente en el área de geometría descriptiva, una materia que, como reconoce, suele parecer inalcanzable al principio. Pero justo ahí encuentra su misión: “me emociona ver cómo lo que parecía incomprensible se vuelve posible para ellos”.

El aula es para la Mtra. Inés un espacio de transformación. Acompañar a sus estudiantes —sobre todo en los primeros semestres— es una experiencia que le renueva el sentido de su labor. Le conmueve ver sus rostros, llenos de ilusión y dudas, y ser parte de ese proceso en el que lo técnico y lo abstracto cobran sentido y se convierten en herramientas creativas. “Me llena de orgullo cuando me saludan en los pasillos o en la calle y me dicen que todavía recuerdan nuestras clases”.

Ser docente, sin embargo, no ha estado exento de retos. La irrupción tecnológica, la pandemia, los cambios generacionales, la conciliación entre vida personal, profesional y académica, han sido desafíos constantes. “Comencé con lápiz y papel, luego llegó la computadora, y después las plataformas virtuales. Cada etapa exige adaptarse sin perder el vínculo humano con el alumnado”. Ese vínculo es también lo que alimenta su compromiso.

Además del conocimiento técnico, se ha propuesto transmitir valores como la responsabilidad, la disciplina, la ética profesional y la accesibilidad universal. Enseñar arquitectura, para ella, es enseñar también a mirar con empatía y diseñar para todas las personas. “Quizá al inicio no lo comprenden, pero cuando logran ver el impacto de pensar en la diversidad de cuerpos, de edades y de capacidades, descubren el verdadero sentido de su profesión”.

Recientemente, fue reconocida con el Xahni 2025 un galardón por su trayectoria docente. El anuncio la sorprendió en un momento difícil a nivel personal. “No lo podía creer. Yo enseño por amor a la docencia, y saber que ese trabajo fue visto y valorado me llenó de humildad, de orgullo y de una nueva responsabilidad”. Asume ese reconocimiento como una confirmación, pero también como un llamado a seguir creciendo y renovándose.

A las nuevas generaciones de estudiantes, les deja un mensaje claro: que no pierdan la curiosidad, que se dejen enamorar por la arquitectura y que enfrenten los desafíos con pasión. A sus colegas docentes, les comparte su convicción de que enseñar es un acto de entrega constante, un compromiso profundo con la transformación de las personas.

“Ser parte de la formación de alguien es un privilegio enorme. La docencia ha sido una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida”, concluye.