El servicio social representa para los estudiantes universitarios una oportunidad única de aplicar sus conocimientos, aprender de la realidad social y devolver algo de lo recibido a través de la educación pública. Así lo vivió Marbella Sarahí Sánchez Vallejo, estudiante de tercer semestre de la Licenciatura en Optometría de la Universidad Autónoma de Querétaro, quien decidió unirse a un voluntariado en la comunidad de Soriano, Colón, a través de la Unidad Médica Universitaria de la UAQ.
Su motivación nació de manera sencilla pero significativa: una amiga compartió con entusiasmo la experiencia de participar en un voluntariado en esa región, y la emoción fue suficiente para despertar en Marbella la inquietud de sumarse. Aunque ya había escuchado antes sobre estas actividades, no había considerado participar hasta ese momento. Esa decisión la llevaría a encontrarse con una experiencia transformadora tanto en lo personal como en lo académico.
El objetivo del proyecto en el que participó fue claro: llevar información y atención en materia de salud visual a una comunidad con escaso acceso a este tipo de servicios. Marbella recuerda que, al llegar, enfrentaron la falta de difusión sobre su presencia, lo que generó desinformación entre los habitantes. Uno de los hallazgos que más le impactó fue descubrir que en el tianguis local se vendían gotas supuestamente para tratar problemas como el pterigion o las cataratas, afecciones que en realidad solo se solucionan con cirugía. El riesgo era evidente: las personas confiaban en remedios que no solo resultaban ineficaces, sino que podían derivar en complicaciones graves como infecciones.
Durante su estancia, Marbella y su equipo realizaron cuatro pláticas: dos dirigidas a adultos mayores, una a niños pequeños de entre siete y nueve años, y otra a adolescentes de 15 a 19 años. En total, lograron impactar a alrededor de 157 personas. Además de transmitir conocimientos sobre salud visual, estas actividades les permitieron convivir con la comunidad y generar confianza. Una experiencia que la marcó especialmente fue visitar a los niños durante una práctica de basquetbol; aquella escena le recordó su propia infancia y a su entrenador, quien falleció durante la pandemia por Covid-19. Ese momento de conexión emocional reafirmó para ella el valor humano de su voluntariado.
El proceso no estuvo exento de retos. La falta de información inicial sobre su llegada hizo que las primeras sesiones tuvieran poca afluencia, por lo que idearon una estrategia de difusión a través de volantes con datos interesantes sobre el ojo
humano, los cuales repartieron en el centro de la comunidad. Poco a poco, lograron mayor participación y la iniciativa comenzó a ganar fuerza. Para Marbella, la experiencia representó también una oportunidad de aplicar lo aprendido en sus primeros semestres, pues pudo relacionar la teoría vista en clase con prácticas clínicas preliminares.
El proyecto denominado “Promoción de la Cultura de la Salud”, llevado a cabo en la localidad de Soriano en el municipio de Colón, tuvo como objetivo ejecutar actividades de promoción y prevención en la salud, así como elaborar productos resultado de dichas actividades que proporcionaran competencias y herramientas a la población local para tomar decisiones sobre su salud. Estuvo a cargo del coordinador de Sociomedicina, Gustavo Herrera García, y de la Dra. Santa María del Consuelo Álvarez Molina, de la Facultad de Medicina.
Las estudiantes que formaron parte de esta brigada fueron: Avirah Tobón Vázquez, Catalina Baltazar Colín, Lucía Itzamar Ruiz Montoya, Luna Jimena Tejeda González, Marbella Sarahí Sánchez Vallejo y Nadia Ivonne Corona Lugo, todas de la Licenciatura en Optometría de la Facultad de Medicina.
Desde la perspectiva de los docentes, la importancia de estas experiencias es incuestionable. La Dra. Santa María del Consuelo Álvarez Molina, coordinadora del área de Optometría, señala que llevar a los estudiantes al campo les permite desarrollar habilidades clínicas que difícilmente podrían adquirir únicamente en el aula. Reconocer anomalías visuales, diferenciar problemas que requieren atención inmediata y aprender a trabajar con lo mínimo indispensable son aprendizajes que los preparan para escenarios reales donde la alta tecnología no siempre está disponible.
Por su parte, el coordinador de Sociomedicina, Gustavo Herrera García, subraya la dimensión social de estos proyectos. Más allá de la atención clínica, se busca que los estudiantes adquieran sensibilidad hacia las necesidades de la población, que comprendan la importancia de la prevención y la educación, y que se formen como profesionales resolutivos y con capacidad de liderazgo. Según él, experiencias como esta ayudan a que los jóvenes se enfrenten a realidades distintas a las de la ciudad y a que desarrollen competencias esenciales para su futuro profesional.
Los docentes coinciden en que los retos son múltiples, desde convocar a los estudiantes hasta motivarlos a salir de la comodidad de la clínica universitaria. Sin embargo, destacan el entusiasmo y la responsabilidad mostrada por el grupo que participó en Soriano. La Dra. Álvarez Molina expresa orgullo al ver a seis estudiantes —todas mujeres jóvenes— enfrentarse a un entorno desconocido, gestionar recursos y resolver imprevistos con autonomía. Herrera, por su parte, considera
que ese compromiso hace que la Licenciatura en Optometría sea una de las más activas en proyectos comunitarios y que las instituciones vuelvan a solicitar su participación en nuevas iniciativas.
La experiencia de Marbella refleja que el servicio social no es solo un requisito académico, sino una vivencia que deja huellas profundas. Al recordar el entusiasmo de los niños, la apertura de los adultos mayores y la disposición de su equipo para superar dificultades, reconoce que lo aprendido trasciende las aulas y fortalece tanto su formación profesional como su desarrollo humano.
Los proyectos comunitarios en optometría, además de brindar atención a quienes más lo necesitan, permiten que los estudiantes descubran nuevas facetas de sí mismos, afiancen sus conocimientos y se sensibilicen con realidades distintas a las suyas. En palabras de los propios docentes, este tipo de actividades abre puertas, amplía horizontes y siembra en los futuros profesionistas el compromiso con la sociedad que los formó.