El servicio social representa, para las y los estudiantes universitarios, una oportunidad de crecimiento profesional y humano que trasciende el aula. Tal es el caso del proyecto “Miradas: reflejo y expresión AlegrArte”, coordinado por la Mtra. Tanya González García de la Facultad de Psicología y Educación de la UAQ, el cual busca contribuir a la salud mental comunitaria mediante la danza terapéutica con enfoque psicosocial, de derechos humanos y de género. Su propósito es fortalecer redes de agentes comunitarios y mitigar los efectos del trauma psicosocial en poblaciones en situación de vulnerabilidad.
Como parte de esta iniciativa, las y los estudiantes Karla Michelle Pazzi Benítez y Sebastián González Sainz, de la Licenciatura en Psicología Social, junto con Sofía Sánchez Rivadeneyra, de Ingeniería Química en Materiales, participaron en una brigada en Loma de Guadalupe, Pinal de Amoles. A través de sesiones de danza, dinámicas corporales y ejercicios de expresión emocional, buscaron que las infancias de la comunidad reconocieran su cuerpo como un espacio de libertad, creatividad y cuidado.
Para Karla Michelle, la experiencia significó un acercamiento profundo al trabajo con niñas y niños, desde una perspectiva sensible y respetuosa. “El proyecto nos permitió mostrar que no es necesario llevar el cuerpo al límite para considerarlo propio de la danza; el movimiento más simple también puede ser una forma de expresión y de apropiación”, explicó. Esta visión, enmarcada en los derechos humanos, apuesta por que las comunidades identifiquen espacios seguros y de aprendizaje como parte de sus derechos fundamentales.
Por su parte, Sofía Sánchez compartió que, aunque su formación en ingeniería la mantenía alejada de la psicología y el trabajo comunitario, encontró en el proyecto una oportunidad para ampliar sus horizontes. “Era la única ingeniera en el grupo, y me daba miedo no encajar, pero aprendí muchísimo. Las pláticas y las dinámicas eran distintas a todo lo que había vivido en mi carrera”, relató.
Durante su estancia, trabajaron principalmente con un grupo de doce niñas y niños de entre tres y dieciséis años, quienes participaron en actividades que combinaban juego, danza y reflexión. Las sesiones se estructuraban en tres momentos: calentamiento corporal, desarrollo temático y cierre. Los talleres abordaron temas como las festividades favoritas, los espacios de alegría o tristeza y la identificación de emociones en el cuerpo. Además, los niños tuvieron la oportunidad de registrar sus propias vivencias mediante una cámara, apropiándose de su propia narrativa.
Más allá de las actividades, el contacto con la comunidad permitió a las y los estudiantes reflexionar sobre las realidades sociales de la región. En Pinal de Amoles, muchas infancias interrumpen su educación para trabajar en las minas de mercurio, lo que evidencia las complejas condiciones económicas y sociales del entorno. “No podemos señalarlo como un problema desde fuera, pero sí observar cómo estas realidades responden a necesidades muy específicas”, comentó Karla Michelle.
La convivencia cotidiana también reveló dinámicas de género y trabajo. Las mujeres, dedicadas en su mayoría a labores domésticas, expresaron el peso de las jornadas y la responsabilidad del cuidado familiar, mientras los hombres trabajaban largas horas en la minería. “Fue impactante darnos cuenta de que muchos mineros no comen ni duermen por dos días seguidos, y aun así regresan a trabajar”, señaló Karla. Para Sofía, la experiencia ofreció una mirada directa a las condiciones de seguridad laboral y de vida que difícilmente se perciben desde el aula: “Ver la realidad frente a frente cambia tu forma de entender lo que estudias”.
Ambas coinciden en que la participación en “Miradas: reflejo y expresión AlegrArte” representó un proceso de aprendizaje integral. Desde la sensibilidad social hasta la conciencia del contexto, las experiencias en campo les permitieron cuestionar y ampliar su formación universitaria. “No se trata solo de aplicar teoría, sino de entender lo que sucede en cada comunidad y aprender desde ahí”, señaló Karla.
Para Sofía, este servicio social significó una vivencia única que la transformó personal y profesionalmente. “En mi facultad, la mayoría libera el servicio ayudando en laboratorios, pero vivir esta experiencia fue completamente distinto. Recomiendo mucho que más estudiantes se animen; es una forma hermosa de aprender y de conectar con la realidad del país”, concluyó.