La investigación científica está transformando el futuro de la alimentación, y un reciente desarrollo en la UAQ promete marcar un hito en la nutrición funcional. En el centro de esta innovación se encuentra un ingrediente de la cocina mexicana: el frijol. Después de años de estudio, un equipo de científicos ha obtenido una patente que podría cambiar la forma en que millones de personas se alimentan. Lo que llevó a el “Desarrollo de una bebida a base de frijol extrudido enriquecida con aislado proteico y hierro biodisponible, y método para elaborarla”. 

El avance se concreta en una bebida desarrollada a partir de harina de frijol extruido, enriquecida con aislado proteico y hierro biodisponible. Este producto, ahora patentado, ha sido creado para atender dos problemas urgentes en México: la deficiencia de hierro y la intolerancia a la lactosa. En En en grupo de trabajo ya se tiene mucha información científica respecto a las propiedades nutricionales del frijol común (Phaseolus vulgaris L.), motivo por cual, las investigadoras fueron un paso más allá, transformando este ingrediente tradicional en una solución científica con potencial para mejorar la salud pública. 

En el proyecto, que ha obtenido la patente otorgada por el Instituto Mexicano de la Propiedad Intelectual, participaron las académicas Marcela Gaytán Martínez, Ma. Flavia Loarca Piña, Adriana Chico Peralta y María de la Luz Reyes Vega. Este logro fue parte del trabajo de tesis de Maestría en Ciencia y Tecnología de los Alimentos de la ahora doctora Vanessa Sánchez Quezada, demostrando la colaboración interdisciplinaria y el compromiso con la innovación científica. 

La relevancia de esta bebida radica en su capacidad para aportar proteínas y hierro en formas fácilmente absorbibles, algo crucial en un país donde la anemia y la mala nutrición son problemas prevalentes. “Nos enfrentamos a una creciente necesidad de alimentos que no sólo sean nutritivos, sino que también sean accesibles y sostenibles”, comenta la Dra. Ma. Guadalupe Flavia Loarca Piña. 

El equipo investigador ha dedicado años a estudiar los compuestos bioactivos presentes en alimentos tradicionales como el frijol y el maíz. Estos alimentos, son parte fundamental y ancestrales en la dieta mexicana, han demostrado tener un impacto positivo en la prevención de enfermedades. La patente de la bebida representa el esfuerzo de más de cuatro décadas de investigación dedicada a aprovechar los beneficios de los alimentos tradicionales, y a la vez, adaptarlos a las necesidades modernas. 

A pesar de haber logrado la patente, los desafíos continúan. La siguiente etapa clave es realizar pruebas piloto con humanos, una fase esencial para garantizar la seguridad y eficacia del producto antes de que llegue al mercado. Sin embargo, los recursos limitados de la universidad hacen necesaria la colaboración con empresas del sector alimentario que puedan invertir en estas pruebas. 

Afortunadamente, ya ha habido interés por parte de al menos una empresa que ve el potencial de la tecnología patentada. El equipo de investigación está enfocado en establecer acuerdos de colaboración que permitan una transferencia de tecnología equitativa, asegurando que los beneficios de esta innovación lleguen a la mayor cantidad de personas posible. 

El logro de esta patente no sólo destaca la importancia de la investigación en alimentos funcionales, sino que también subraya el papel fundamental que juegan las universidades en la innovación social. Esta patente es un recordatorio del valor de la investigación académica orientada a resolver problemas de salud pública. 

La esperanza de las investigadoras es que su bebida a base de frijol llegue a las comunidades que más la necesitan, proporcionando una alternativa viable a los productos lácteos y ayudando a combatir la anemia, especialmente en grupos vulnerables como niños y mujeres. 

Con esta patente, el equipo científico ha demostrado que los alimentos tradicionales pueden adaptarse a las necesidades contemporáneas sin perder su esencia. La bebida de frijol no solo es un producto innovador, sino también un símbolo de la capacidad de la ciencia para conectar el pasado con el futuro, redescubriendo el valor de ingredientes que durante siglos han formado parte de la cultura mexicana.