Desde la antigüedad, la palabra ha sido una herramienta de transformación: une, moviliza, denuncia, inspira. En la actualidad, preservar ese poder en las nuevas generaciones es fundamental. Concursos como "La Gran Voz UAQ", un proyecto a cargo de la Dirección de Atención a la Comunidad Universitaria, permiten a las y los estudiantes descubrir el alcance de su voz, fortalecer su pensamiento crítico y encontrar un espacio para expresarse con convicción. Son también oportunidades para construir comunidad, compartir historias y conectar con otros desde el poder de las ideas.

Este fue el caso de Isabela Leal Reyes, estudiante del sexto semestre de la Preparatoria Norte, quien recientemente obtuvo el primer lugar en la categoría de oratoria del concurso. Su participación fue una muestra de disciplina, pasión y del profundo valor del acompañamiento familiar.

Para Isabela, la oratoria no fue una vocación inmediata, sino un camino que comenzó en la infancia con concursos de poesía. "No era tan buena, casi nunca ganaba más que el tercer lugar", recuerda. Fue hasta la secundaria, cuando descubrió la oratoria como una modalidad diferente, que encontró una manera más cómoda y natural de expresarse. "Vi que era como de discursos, lo intenté para no quedar fuera y gané por primera vez. Desde ahí me enfoqué más en la oratoria y me gustó".

Al ver la convocatoria en redes sociales, Isabela no dudó en participar. Eligieron diez temas para la categoría de oratoria, todos relacionados con la historia de México. "Elegí el tema del papel de la mujer en la historia de México en la resistencia indígena y el activismo contemporáneo, porque me identifiqué como mujer. Me parece importante visibilizar que las mujeres siempre han estado presentes, aunque no se les ha reconocido lo suficiente".

Detrás de esa elección hubo un proceso de preparación riguroso y profundo. Isabela se aprendió los diez discursos posibles, sabiendo que en el concurso podría tocarle cualquiera. Esa decisión demostró su compromiso, pero también la importancia del respaldo emocional que tuvo a lo largo de la competencia.

"El apoyo de mi mamá fue fundamental", afirma con firmeza. Cada día, practicaba sus discursos en casa y su madre estaba ahí para escucharla una y otra vez. "Me escuchó todos los discursos, los diez. Me daba retroalimentación y me ayudaba a perfeccionar cada uno". Esa paciencia, constancia y presencia cercana fueron claves para que se sintiera segura y preparada.

Pero el apoyo no fue sólo técnico. Su familia también la acompañó emocionalmente, recordándole su capacidad, dándole confianza y celebrando cada pequeño avance. "Cada vez que voy a pasar respiro y digo: esta participación se la dedico a mi familia, se la dedico a Dios y va a salir bien", comparte con emotividad.

A pesar de su experiencia, Isabela reconoce que uno de los retos más grandes fue el control de los nervios. "Aunque ya te sepas tu discurso, siempre está ese temor de equivocarte". Para superarlo, desarrolló una serie de estrategias personales: respiración consciente, pensamientos positivos, visualización y sobre todo, recordar todo lo que había trabajado con su mamá y sus profesores.

"Me llevaron a practicar frente a grupos, a que dijera mis discursos en salones. Eso me ayudó a perder el miedo escénico. Es difícil, sobre todo porque tengo mucha energía y me cuesta concentrarme, pero lo logré".

Para Isabela, el verdadero valor del concurso no está sólo en ganar, sino en el aprendizaje. "Aprendí mucho de los temas, pero también de los otros concursantes. Observar cómo lo hacen, qué estrategias usan. Es un ambiente que me gusta, donde puedes mejorar y crecer".

Destaca también la gratitud hacia quienes hacen posibles estos espacios: "Agradezco que haya estudiantes que se preocupen por organizar concursos como este, que den visibilidad a la palabra. Agradezco a mi escuela, a mis profesores y especialmente a mi familia. Sentí mucho orgullo de verlos felices con mi logro".

Isabela tiene claro que seguirá en la oratoria. "Quiero entrar a la UAQ y seguir participando. Estas experiencias me han dejado mucho y quiero seguir creciendo". Su consejo para quienes quieren comenzar es claro: "Dale un sentido a lo que haces. Encuentra el por qué y el para qué. La palabra es poderosa. No tengas miedo de usarla".

Cuando una joven estudiante toma el micrófono y habla desde el corazón, no sólo representa a una escuela o una generación: representa a todas las voces que merecen ser escuchadas.