El presente artículo fue elaborado por la Dra. en Ciencias Ruth Magdalena Gallegos Torres, profesora e investigadora de la Facultad de Enfermería, con el propósito de brindar información clara y confiable sobre el cuidado de la salud y el uso responsable de los medicamentos.
Los antibióticos son medicamentos diseñados específicamente para combatir infecciones causadas por bacterias, ya sea eliminándolas o deteniendo su crecimiento y multiplicación. Se encuentran en distintas presentaciones —como inyecciones, tabletas, cápsulas o cremas— según la zona del cuerpo afectada. Sin embargo, uno de los fenómenos más alarmantes en la actualidad es la resistencia a los antibióticos, también conocida como resistencia antimicrobiana.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia antimicrobiana constituye un problema de salud pública a nivel mundial. Este término abarca no solo los antibióticos, sino también otros fármacos como antivirales, antifúngicos y antiparasitarios, utilizados para tratar enfermedades ocasionadas por distintos microorganismos.
La resistencia antimicrobiana ocurre cuando bacterias, virus, parásitos y hongos se modifican con el tiempo, de modo que dejan de responder a los medicamentos que antes resultaban eficaces. Esto favorece la propagación de enfermedades, complica los tratamientos e incluso puede conducir a la muerte.
La Revista Mexicana de Ciencias Farmacéuticas señala entre las principales causas de este fenómeno las siguientes:
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Prescripción de antibióticos por personas no calificadas.
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Uso excesivo o indiscriminado aun por profesionales de la salud.
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Administración inadecuada o abusiva de antibióticos en hospitales.
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Automedicación.
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Desinformación o creencias erróneas por parte de los pacientes.
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Incumplimiento de los esquemas de tratamiento o de las dosis recetadas.
¿Por qué es tan importante el uso cuidadoso de estos medicamentos? Porque cuando una persona ha consumido antibióticos en exceso, y posteriormente necesita un nuevo tratamiento para una infección, su recuperación suele ser más lenta y complicada. El riesgo se incrementa aún más en quienes tienen un sistema inmune debilitado por enfermedad, estrés, mala alimentación o falta de sueño.
Además, todos los tratamientos médicos invasivos —desde una cirugía mayor hasta procedimientos sencillos como una endodoncia— requieren el manejo responsable de antibióticos, ya que estos ayudan a controlar tanto las bacterias propias del organismo como las que pueden ingresar por contacto o contagio.
De ahí la importancia de no caer en prácticas como tomar “lo que quedó de mi tratamiento”, usar medicamentos sobrantes de un familiar o aceptar recomendaciones de conocidos sin una valoración médica previa. Y aquí es clave resaltar la palabra minuciosa: una consulta médica adecuada implica escuchar, revisar, tocar y preguntar sobre la evolución de los síntomas. Si esto no sucede, se trata de una verdadera “bandera roja” y lo recomendable es acudir con otro profesional de la salud.