Con solo once años, Danxa Fernanda Perezcano Pi ha pisado escenarios que muchas bailarinas sueñan con conocer. Su historia comienza desde la cuna, literalmente. Desde que era apenas una bebé, Danxa observaba a su madre ensayar ballet. Aquella imagen dejó una huella profunda en ella. A los tres años, ya sabía que quería bailar, y comenzó su formación en la academia que fundaron su mamá y sus abuelos.
Lo que empezó como un juego de infancia pronto se convirtió en una vocación. Danxa se ha dedicado con entusiasmo y constancia al ballet, y en los últimos años tuvo la oportunidad de participar en dos competencias internacionales: una en Italia y otra en Barcelona. Aunque es todavía estudiante de primaria —pronto comenzará la secundaria—, su compromiso con la danza refleja una madurez admirable.
Para la más reciente competencia, Danxa se involucró desde el inicio. Escogió la música para su coreografía y trabajó intensamente en mejorar su técnica. “Me montaron una coreografía y ensayamos mucho”, cuenta. Su preparación fue meticulosa, pero también emocionante, porque sabía que representaría no solo a México, sino también a su academia, ya que fue la única alumna que pudo viajar.
Enfrentar un escenario internacional a su edad no fue fácil. Uno de los retos más grandes fue adaptarse al ambiente competitivo. “Era competitivo, pero después me adapté y sí lo logré”, comenta con una sinceridad desarmante. Y lo logró de verdad: cuando anunciaron que eran las ganadoras, la felicidad fue inmensa. Si bien tenía una corazonada —“un poquito sí lo esperaba, porque la vez pasada también ganamos”—, la emoción del triunfo fue única.
Más allá del reconocimiento, lo que Danxa se lleva de esta experiencia es una comprensión más profunda del arte que tanto ama: “La danza es una manera de comunicar y expresar lo que siento”. Para alguien de su edad, esa reflexión habla de una sensibilidad extraordinaria.
¿Y qué sigue para ella después de esta victoria? Su respuesta es: seguir echándole ganas. No necesita palabras complicadas para dejar claro que su pasión no tiene fecha de caducidad.