La Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) entregó este 2025 el Premio Xahni a 14 docentes que, más allá de impartir conocimientos, han dejado una huella significativa en la formación de sus estudiantes. Este galardón reconoce la labor docente desde una perspectiva transformadora, ética y humana, y en esta edición, la Facultad de Derecho celebró a una de sus académicas más comprometidas: la Dra. Rocío González Velázquez.

Su historia dentro del ámbito académico comenzó mucho antes de llegar a la UAQ. Egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), su formación estuvo marcada por una temprana y decisiva experiencia en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, donde fue invitada a colaborar siendo aún estudiante. Esa etapa no solo le mostró el rigor del trabajo académico, sino que sembró en ella una semilla que con los años florecería en un profundo amor por la investigación. En ese momento, su mirada estaba más orientada hacia el quehacer investigativo, sin imaginar que años después encontraría en la docencia un espacio de crecimiento, sentido y transformación.

Fue en el año 2020, en pleno contexto de pandemia, cuando se incorporó a la UAQ. Aunque no tenía experiencia previa como docente, su contacto inmediato con los estudiantes le reveló algo que había estado presente desde siempre. “En la preparatoria, también estudié en la UNAM, los profesores me pedían que yo diera la clase. En matemáticas, en química… no sé por qué, pero solo a mí me lo pedían. Yo no entendía entonces que eso era una señal, que tenía cierta habilidad para enseñar.”

El inicio formal de su carrera docente fue también el momento en que descubrió que, efectivamente, enseñar era parte esencial de su vocación. Desde entonces, ha cultivado una forma de dar clase que se caracteriza por el diálogo horizontal, la sensibilidad crítica y el reconocimiento del otro como un ser con agencia, con saberes y con historia.

A ella le gusta que le llamen simplemente “profesora Rocío”. Evita títulos como “doctora” o “miss”, porque cree que la cercanía y el respeto mutuo no dependen de fórmulas jerárquicas. Su aula es un espacio donde sus estudiantes no solo aprenden contenidos, sino que son desafiados a pensar, cuestionar y descubrir sus propias capacidades. “Me inspiran ellas y ellos. Me gusta ver que se reconocen como personas con voz, con pensamiento propio, con herramientas para interpretar y transformar la realidad. Me reta a estar a la altura de esa exigencia, a ofrecerles algo que valga la pena.”

Uno de los aspectos que más valora de su labor es acompañar a sus estudiantes en el descubrimiento de su propio potencial. Disfruta ver cómo se dan cuenta de que los conocimientos que han construido a lo largo de la vida, aunque no estén publicados en revistas científicas, también son válidos, sólidos y significativos. “Cuando terminan un proyecto del que se sienten orgullosos y que les muestra que son capaces de más de lo que pensaban, ese es uno de los momentos que más disfruto como maestra.”

Pero también reconoce los múltiples desafíos que enfrenta la docencia en el contexto actual. Entre ellos, menciona la reconfiguración de la figura del docente: ya no se trata de imponer autoridad, sino de ejercer una influencia desde la ética, la congruencia y la facilitación del pensamiento crítico. También reflexiona sobre el impacto de herramientas como la inteligencia artificial en los procesos de aprendizaje y sobre las condiciones laborales del gremio, que en muchos casos son precarias y feminizadas. “No es mi situación particular, pero soy muy consciente de lo que viven muchos colegas en el país. La labor docente merece dignificación y justicia laboral.”

El momento en que recibió el correo notificándole que sería una de las galardonadas con el Premio Xahni fue inesperado y emotivo. “No conocía el premio, ni sabía que estaba siendo considerada. No me lo esperaba, menos entre tantas y tantos docentes valiosos de la facultad. Me conmovió muchísimo. Una alumna me había dicho hace poco que yo era como la ‘maestra Miel’ de la película Matilda. Me hizo gracia en su momento, pero cuando recibí la noticia, recordé esas palabras y entendí lo que estaba detrás.”

Su labor no se limita a la transmisión de conocimientos jurídicos. En sus clases, se transversalizan valores fundamentales como la perspectiva de género, los derechos humanos, la ética profesional y la responsabilidad social universitaria. Considera que estos elementos no pueden separarse de los contenidos disciplinares: forman parte integral de la formación de abogadas y abogados comprometidos con una sociedad más justa, crítica y consciente.

A las nuevas generaciones de estudiantes y docentes, les deja una recomendación clara y firme: “Cuestiónenlo todo. No den nada por sentado. Pregúntense si lo que escuchan, leen o repiten vale la pena, si es justo y válido. Cultiven el espíritu crítico, porque solo así se puede construir conocimiento significativo y comprometido.”

Finalmente, la profesora Rocío cierra con palabras de gratitud. Agradece a quienes hacen posible la difusión de estos reconocimientos y a las autoridades universitarias por fomentar estos espacios. Pero sobre todo, agradece a sus estudiantes, quienes le han confirmado que está donde debe estar: acompañando, sembrando y aprendiendo junto a ellos.