Desde que era una niña, Maya Paola Almendarez sintió la llamada del escenario. Su primer acercamiento al ballet fue gracias a su abuela, quien la llevaba a clases de pre-ballet. Aquellas sesiones, aparentemente inocentes, marcaron el inicio de un camino que más tarde recorrería con profunda pasión y compromiso.
La danza, para Maya, fue más que una actividad extracurricular. A lo largo de su infancia y adolescencia, continuó su formación de manera informal, esperando con entusiasmo el momento de ingresar a una licenciatura en danza. Fue en esa etapa donde encontró una verdadera vocación, alimentada por el asombro que le provocaban las grandes figuras del ballet. “La música, la capacidad de los bailarines, eso fue lo que me inspiró”, recuerda.
Recientemente, Maya representó a la Universidad Autónoma de Querétaro y a México en una competencia internacional de ballet. Su preparación fue exigente y constante. Como ella misma lo describe, no se trataba solo de ensayar una coreografía, sino de construir una base sólida desde las clases diarias, cuidar la alimentación, descansar adecuadamente y mantener el cuerpo y la mente en armonía. Cada detalle era crucial para rendir al máximo.
Pero el camino no estuvo exento de obstáculos. El mayor reto, confiesa, no fue técnico ni artístico, sino económico. “Uno puede entrenar y esforzarse, pero también hay que resolver la parte de los boletos de avión, la estancia, la alimentación”, comenta. Sin embargo, su determinación y el respaldo de sus maestras hicieron posible el sueño.
El momento de pisar el escenario y representar a su país fue profundamente emotivo. “Me sentí muy contenta y plena. El representar a México, y que el mundo vea la presencia de nuestro país, es importante. Fuimos bien recibidos, incluso antes de que termináramos la coreografía ya nos estaban aplaudiendo”, comparte con orgullo.
La experiencia tuvo también un fuerte componente de crecimiento personal y colectivo. Para Maya, el proceso individual fue un reto inspirador: una oportunidad para superarse a sí misma. A nivel grupal, destaca la satisfacción de haber compartido ese proceso con sus compañeras, con quienes creó lazos aún más fuertes. Al terminar la presentación, la alegría fue compartida, y el esfuerzo de todas —incluidas las maestras— fue reconocido y celebrado.
Más allá de los resultados, Maya se lleva un aprendizaje claro: con disciplina, esfuerzo y metas claras, es posible lograr grandes cosas. “Nunca hay que dejar de tener anhelos. Aunque las metas sean pequeñas, siempre te impulsan a dar un paso más”, afirma. Hoy, con la energía renovada por esta vivencia, su siguiente paso es seguir entrenando, creciendo y preparándose, motivada por todo lo que observó y vivió en el escenario internacional.
Finalmente, Maya no olvida agradecer a quienes la guiaron: sus maestras. Su formación, su entrega y su fe en el talento de sus estudiantes fueron fundamentales para alcanzar este logro.