Un grupo interdisciplinario de estudiantes de la Universidad Autónoma de Querétaro llevó a cabo el proyecto “Fisioterapia al servicio de la salud comunitaria. Fortaleciendo los vínculos y el bienestar”, bajo la coordinación del LFT. Fernando Trejo Molina, de la Facultad de Enfermería. Esta iniciativa, desarrollada en la cabecera municipal de San Joaquín y sus comunidades colindantes (El Durazno, San Cristóbal, Planes y Apartadero), tuvo como objetivo generar un modelo integral de atención en fisioterapia que brindara técnicas y estrategias para fomentar el autocuidado y la conciencia sobre la salud entre la población.

El equipo estuvo conformado por Dayana Vargas Montes y José Octavio Mondragón García, de Arquitectura; María Lizbeth Campos Aguilar y Sarahí Escamilla Varela, de Fisioterapia; y Nubia Ximena Hernández Cárdenas, de Psicología. Cada integrante aportó desde su disciplina una visión distinta del bienestar, entendiendo que la salud comunitaria va más allá del cuerpo físico: implica la integración emocional, social y ambiental de las personas.

Para José Octavio Mondragón, estudiante de noveno semestre de Arquitectura, esta experiencia fue una oportunidad para salir de su zona de confort y descubrir el valor del trabajo comunitario. “Fue un salto de fe. No era el típico servicio que haces todo el semestre, era algo más compacto y completamente distinto a lo que estudiamos. Pero me permitió ampliar mi panorama y comprender otras formas de conocimiento”, comentó. Su participación consistió principalmente en evaluar a adultos mayores en coordinación con el DIF municipal y el Centro de Día, donde el equipo recopiló información sobre las condiciones físicas y psicológicas de esta población. En total, realizaron 84 evaluaciones, fortaleciendo así un registro comunitario de salud.

El Lic. Ricardo Pacheco Salinas, docente de la Licenciatura en Fisioterapia de la Facultad de Enfermería, acompañó al grupo durante la estancia. Explicó que el proyecto incluyó tres ejes de acción principales: atención directa en la Unidad Básica de Rehabilitación (UBR) de San Joaquín, visitas a comunidades para la valoración funcional, nutricional y cognitiva de personas mayores, y talleres de autocuidado impartidos en el Centro de Día, con temas como qué es la fisioterapia, cómo elaborar un kit de fisioterapia en casa o estrategias para prevenir caídas y mejorar el equilibrio. Estas actividades, además de atender una necesidad tangible, promovieron la autonomía y la prevención como pilares del bienestar.

Más allá de las tareas clínicas o de evaluación, el servicio social se convirtió en un espacio de convivencia, aprendizaje y reflexión personal. Las rutinas diarias incluían caminatas matutinas que ayudaban al equipo a liberar tensiones y a conectarse con el entorno natural. Por las tardes, tras las actividades en las comunidades, realizaban una retroalimentación grupal, en la que cada integrante compartía cómo se había sentido durante el día, qué retos enfrentó y qué aprendizajes obtuvo. “Teníamos una dinámica en la que calificábamos nuestro día con una palabra. Era una forma de visualizar cómo íbamos evolucionando durante nuestra estancia y de apoyarnos entre todos”, explicó Octavio.

El trabajo con adultos mayores dejó huellas profundas en el grupo. “Fue impactante, porque ves el dolor de una persona que necesita ayuda y simplemente actúas”, recordó Octavio. “Aprendes a valorar el tiempo y la atención que puedes brindar, aunque sea de manera temporal”. Estas experiencias, sumadas al contacto directo con la realidad social de la región, transformaron su manera de entender el sentido del servicio y la empatía.

El profesor Pacheco destacó la creatividad, organización y compromiso de los estudiantes, quienes demostraron una notable capacidad de adaptación. “Este tipo de experiencias son las que consolidan la formación integral que busca la universidad. Lo que se aprende en el aula se complementa con lo que se vive en campo: comprender las condiciones de vida, las carencias y la resiliencia de las personas te transforma como profesional y como ser humano”, afirmó.

Para los jóvenes participantes, esta vivencia significó un cambio de perspectiva y una oportunidad de crecimiento. “Sales de tu rutina, enfrentas nuevas condiciones y entiendes que estás ahí para aportar algo significativo”, dijo Octavio. “Aprendes a escuchar, a empatizar y a valorar la conexión humana”.

Este proyecto se convirtió en un ejemplo del compromiso social de la UAQ. A través del trabajo colaborativo, la sensibilidad y la vocación de servicio, los estudiantes lograron fortalecer los lazos entre universidad y sociedad, demostrando que el aprendizaje más valioso ocurre cuando el conocimiento se pone al servicio de los demás.